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Unidos por el no

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José María de Areilza, Profesor de la Facultad de Derecho de ESADE

 Vocento, 21/10/2012

Una de las razones del éxito de la integración europea ha sido el entendimiento permanente franco-alemán. Desde 1950, los representantes de estos dos países han trabajado de forma concertada, algo admirable, teniendo en cuenta que se trataba de naciones que protagonizaron tres guerras en cien años. La crisis financiera y económica se ha instalado en el continente cuando la relación política entre París y Berlín se encontraba bajo mínimos. Y como hemos visto en la cumbre de esta semana, las visiones europeas de cada uno de sus gobiernos están ya en polos opuestos, salvo en un punto, la desconfianza hacia la propia Unión. A alemanes y franceses les une este “no”, el que impide una transferencia de poder rápida a las instituciones de Bruselas, a pesar de que la salvación del euro depende de rediseñar cuanto antes su arquitectura fallida y reforzar el gobierno económico europeo.

La cada vez más poderosa canciller ha entrado en campaña electoral, aunque sus elecciones no tendrán lugar hasta septiembre de 2013. Por eso no puede permitir que se cree para enero un supervisor bancario común y que el nuevo fondo de rescate permanente recapitalice a la banca, a pesar de lo que se pactó antes de verano. Es más, Angela Merkel ha puesto en cuarentena la creación de un mecanismo de liquidez para bancos y Estados, porque la gran mayoría de sus ciudadanos no quieren lo que llaman “una unión de transferencias”. Esta decisión es miope y a la larga puede costarle mucho a Alemania, el país que hasta ahora más se ha beneficiado del euro. Merkel además pedía mejorar de forma inmediata el control sobre los presupuestos nacionales, a través de la figura de un Ministro de finanzas europeo, con poder de veto y de reforma de los planes de ingresos y gastos de cada Estado. François Hollande, que a diferencia de Sarkozy mantiene una buena relación personal con la canciller, ha bloqueado esta propuesta, porque no quiere ceder soberanía presupuestaria. El presidente francés todavía es un recién llegado a las negociaciones europeas, un terreno donde intenta compensar su estreno poco brillante en asuntos domésticos. Para conseguir una mejor presentación de su actitud defensiva frente a Bruselas, ha liderado el grupo de países que exigen un esfuerzo financiero mayor a Berlín, reclamando euro bonos y rescates sin condiciones, un hermoso brindis al sol. Hollande y Merkel, hay que reconocerlo, tienen ante sí un dilema difícil. El único camino para afianzar el euro es más integración, pero hay argumentos electorales y también serias razones democráticas para pensar mucho qué nuevos pasos se dan en la construcción europea y cómo se legitiman. El factor tiempo va en contra de tales cautelas, porque hay un margen de unos pocos meses para demostrar que, en efecto, el euro es irreversible.

 José María de Areilza
Profesor de ESADE Law School


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